SEÚL, 30 de junio de 2025.- Cuando no está predicando la palabra de Dios, el reverendo Joo Yeong-bong cría perros para el matadero.
Sin embargo, el negocio no va bien. De hecho, está a punto de convertirse en ilegal.
«Desde el verano pasado hemos intentado vender nuestros perros, pero los comerciantes siguen dudando», declara Joo, de 60 años. «No se ha asomado ni uno solo».
En 2024, el gobierno surcoreano implementó una prohibición nacional de la venta de carne de perro para el consumo.
Esta legislación histórica, aprobada en enero pasado, da a productores como Joo hasta febrero de 2027 para cerrar sus operaciones y vender los animales que les quedan.
Pero muchos afirman que no es tiempo suficiente para eliminar gradualmente una industria que ha sido un medio de vida durante generaciones, y que las autoridades aún no han establecido las salvaguardias adecuadas para los productores ni para el estimado medio millón de perros en cautiverio.
Aún aquellos que apoyan la prohibición, incluidos expertos y defensores de los derechos de los animales, han señalado problemas en torno a su aplicación, con la dificultad de reubicar a los perros que, después de haber sido salvados del matadero, ahora enfrentan la amenaza cada vez más probable de ser sacrificados.
En la mitad del período de gracia, los criadores de perros se encuentran con cientos de animales prácticamente invendibles, granjas que no pueden cerrar y escasos recursos para alimentar a sus familias.
«La gente está sufriendo», afirma Joo, quien también preside la Asociación Coreana de Perros Comestibles, un grupo que representa a la industria.
«Estamos ahogados en deudas, no podemos pagarlas, y algunos ni siquiera pueden… encontrar un nuevo trabajo».
«Es una situación desesperanzadora», añade.
También se refiere a las autoridades y los activistas de los derechos de los animales que, en su opinión, tras haber luchado tanto para prohibir el comercio de carne de perro, no tienen un plan claro sobre qué hacer con los ejemplares sobrantes, de los cuales hay cerca de 500,000, según estimaciones del gobierno.
Las autoridades «aprobaron la ley sin ningún plan real, y ahora dicen que ni siquiera pueden llevarse a los perros», señala.
Mientras tanto, los refugios ya están saturados.
Esta tormenta perfecta de obstáculos apunta a una ironía perversa: que innumerables perros rescatados, sin ningún otro lugar adonde ir, ahora se enfrentan a la posibilidad de ser sacrificados.
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