Muchas jovencitas sueñan en convertirse en porrista o animadora de equipos profesionales de fucho americano. Para alcanzar esos niveles deben ser primero bailarinas con estudios de ballet, jazz, hip-hop, danza moderna y tap. la audición se pone perrona. Y cuando las contratan, el portazo en la frente. No sólo deben bailar y hacer acrobacias en el estadio sino hacer muchas otras actividades que van incluidas en el contrato. Recibir en el estacionamiento y conducir a los palcos a los aficionados de más varo,interactuar con ellos en los juegos y en otros eventos promocionales. Y el problema es que a decir de algunas ya jubiladas, ahí “es común que sufran acoso sexual y manoseos”. El salario es apenitas digno y lo mismo las de la
NFL, algunas de la NBA y la NHL, coincidieron en sufrir “explotación sistemática por parte de los equipos”. Labriah Lee Holt, exanimadora de los Titanes de Tennessee cuenta que “nunca tuvo ninguna experiencia en la que alguien del personal profesional o del equipo dijera algo o la hiciera sentir así”. El problema empieza cuando los aficionados creen que el toqueteo es parte de sus obligaciones profesionales como porristas. Una exvaquerita declaró: “Solo caminamos por ahí, saludando y sonriendo, y uno de ellos me llamó la atención. Se me quedó viendo y dijo: ‘¡Espero que te violen!’”.Otra exporrista, en este caso, de las Pieles Rojas de Washington recordó un encarguito subido de tono: “Me enviaron con otras cinco animadoras a la casa de un aficionado, donde había varios hombres bebiendo”. Y los directivos de los equipos se hacen pendejísimos o simplemente lo creen normal… Y para cerrar con la cerecita del pastel, La exporrista Holt opinó: “No había ningún tipo de protección tienes que hacer un recorrido por los autos, ir a las carpas, convivir con los aficionados y sacudir los pompones. Algunas veces te tocan unos viejos desagradables que ya están alcoholizados y te dicen algo totalmente inapropiado. Es común y la industria lo sabe”. Y no, no me digan recua de zánganos que “ya saben a lo que le entran”. De ninguna manera podemos normalizar el acoso como parte obligada de la chamba para cualquier mujer.
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